Cinco sencillas maneras de dar al traste con su carrera profesional

Los errores profesionales relacionados con la tecnología misma pueden ser fuente de meteduras de pata considerables capaces de dar al traste con su carrera profesional dentro de una determinada empresa y pesar sobre su curriculum. Sin embargo, existen otro tipo de comportamientos fácilmente evitables y probablemente mucho más peligrosos. (Por Calvin Sun, consultor de negocio).

“¡Bang!”. Sin previo aviso, el rifle se ha disparado abriendo un agujero a través del suelo del automóvil de un coronel de la Armada de Estados Unidos. El rifle pertenecía a un teniente que había invitado a una cacería por el coronel.

Aunque nadie resultó herido, el incidente dejó a todos en el coche estupefactos. Lo que es peor, el teniente acababa de tirar su carrera por la ventana, según el experto en asesoramiento y formación para ejecutivos Bruce Sillers, quien era uno de los miembros del batallón del teniente cuando se produjo este incidente.

Puede que usted nunca haya descargado de forma imprudente un arma de fuego ni tenga ocasión de hacerlo. Pero si desea abrir un agujero en su carrera profesional, hay un montón de armas disponibles, desde una contestación demasiado explosiva a un correo electrónico hasta una metedura de pata en una fiesta corporativa. A continuación se listan una serie de peligros que resulta especialmente aconsejable evitar.

1) Enviar correo electrónico inapropiado
¿Alguna vez ha leído un correo electrónico demasiado rápido y lanzado una respuesta inspirada por el enojo de forma inmediata para descubrir más tarde que había malinterpretado el mensaje que motivó su enfado? Si lo tiene por costumbre, con ello no sólo terminará haciendo perder el tiempo a los demás, sino también envenenando sus relaciones laborales, quizá de forma irreversible.

Antes de responder a un e-mail que haya conseguido aumentar su presión arterial, pregúntese a sí mismo: “¿me sentiría cómodo explicando mi respuesta en condición de testigo imparcial, no implicado emocionalmente?”, o “¿me gustaría que mi respuesta fuera hecha pública?

Si la respuesta a estas preguntas es “no”, tómese un tiempo para templar su ánimo antes de contestar. Almacene el mensaje en una carpeta de borradores y revíselo más tarde. ¿Está seguro de que eso es lo que realmente quiere decir? Plantéeselo especialmente si su respuesta contiene algo que pueda considerarse como un insulto. ¿Podrían sus palabras interpretarse más negativamente de lo que usted pretende? Y, finalmente, ¿desearía que ese mensaje llegara a ser visto por su jefe o por el director de recursos humanos de su empresa?

A propósito, no confíe en la funcionalidad de “no enviado” (“unsend”), puede fallar precisamente en el momento que más la necesite. Y sea especialmente cuidadoso para no elegir la opción de “contestar a todos” o se verá expuesto al peligro de que una conversación supuestamente privada y personal se convierta en el tema de debate de toda la oficina. La mejor alternativa para evitar este tipo de situaciones es no determinar nunca tal funcionalidad como configuración por defecto en su sistema de correo electrónico.

2) Menospreciar a un compañero
En una ocasión, tras haber realizado una significativa cantidad de trabajo para un cliente particular, un día decidí intentar ampliar mis relaciones laborales con él. Llamé a un ejecutivo de la empresa, responsable de un área diferente a aquella para la que ya había trabajado. Me presenté diciendo que “Carl” -nombre ficticio que doy al ejecutivo TI con el que había estado ya colaborando- estaba muy satisfecho con mi trabajo.

El nuevo ejecutivo al que me dirigí me respondió: “¿por qué debe importarme a mí lo que Carl piense?”. No se trata de una respuesta en absoluto inteligente, especialmente si se da a una persona externa a la organización. Si Carl hubiera tenido noticia de este comentario –y estas cosas llegan a saberse más a menudo de lo que se cree-, podría haberse generado una molesta rivalidad entre él y su indiscreto colega. Es más, comentarios de tal naturaleza, cuando menos, dañan la imagen y la credibilidad de la organización ante el exterior.

Otro ejemplo: Suponga que usted es la persona a la que los responsables del servicio de help desk de su empresa escalan los problemas cuando no pueden resolverlos por sí mismos. Averigua, en una conversación con un cliente, que el empleado con el que éste habló le proporcionó alguna información realmente pobre e insatisfactoria. En ese momento, usted podría pensar que el empleado en cuestión es un incompetente, pero de ninguna manera deberá expresar tal opinión.

Por una parte, si su jefe tiene noticias de que ha estado hablando mal de un colega a los clientes, podría verse envuelto en una situación embarazosa. Y, por otra, mantener un frente unido de la compañía cuando se trata con algún agente externo, como es un cliente, constituirá sin duda una alternativa mucho mejor. Los problemas internos deben resolverse dentro de la organización, en privado.

3) Contradecir o corregir al jefe en público
Imagine que su jefe comete un error durante una presentación. ¿Cree que debería saltar y corregir el error inmediatamente?, ¿está convencido de que su superior le agradecerá que subraye su fallo en medio de una sala repleta de gente? Pues, lógicamente, no.

Corregir a su superior en público difícilmente mejorará la opinión que éste tiene de usted. Más probablemente, se sentirá molesto porque se le ha hecho aparecer como un incompetente, e incluso quizá llegue a preguntarse, sin cierta razón, por qué usted no se dio cuenta del error y le advirtió al respecto antes de la presentación.

¿Cuándo puede contradecir a su jefe en público sin peligro? Personalmente creo que sólo en dos tipos de situaciones. La primera: si el edificio está ardiendo y su superior está dirigiendo a la gente a la salida de emergencia equivocada. La segunda: si su jefe cree erróneamente haber cometido un fallo y lo manifiesta en público; en otras palabras, si, por ejemplo, identifica el suministrador correcto de su backup externo e incorrectamente después dice “perdón, ha sido un error”. En tal caso, puede decir sin temor “no, jefe, estaba en lo cierto desde el principio”.

Si la situación no es ninguna de estas dos, ejercite una discreción extrema cuando sus superiores cometan errores en público. En caso de tratarse de un fallo realmente importante

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