De la información a la prosperidad: conexiones e hiatos


En este artículo se recogen algunas reflexiones sobre la importancia de la información, con especial atención a los hiatos principales por los que, según el autor, partiendo de aquélla hemos de pasar para llegar a la deseada prosperidad de las empresas. Cruciales para poner la información al servicio de este fin resultan el paso de la información al conocimiento, y el de éste a la acción y la innovación. (Por José Enebral)

Cuando hablamos de productividad y competitividad en la economía del conocimiento, o aludimos a la sociedad de la información, acabamos frecuentemente hablando de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), sin cuyo concurso las cosas se ponen hoy ciertamente difíciles, si no imposibles. No obstante, aunque es verdad que las TIC —por los servicios que nos procuran— resultan fundamentales en la nueva economía y en el maletín de herramientas de trabajadores y directivos, no aseguran por sí solas —acéptese la perogrullada— el avance hacia la prosperidad, tarea ésta que corresponde a las personas.

Manejar hábilmente las herramientas informáticas es una asignatura que hemos de superar y a menudo aprobamos; pero, una vez alcanzada la información, ya sea funcional o técnica, hemos de interpretarla debidamente, contrastarla, evaluarla e incorporarla a nuestro acervo, antes de tomar decisiones trascendentes. En definitiva, hemos de traducir, sin fallos, la información requerida a conocimiento aplicable. Éste es un primer hiato, una continuidad no siempre bien resuelta.

¿Qué hacemos desde que sentimos la necesidad de informarnos hasta que llegamos al conocimiento aplicable? Tanto en el desempeño cotidiano en la empresa del saber, como en la paralela, inexcusable, labor de aprendizaje permanente, cabe distinguir, en mi opinión, los siguientes pasos:

- Conciencia de la necesidad de información
- Definición del patrón de búsqueda
- Identificación de las fuentes
- Acceso a las mismas (humanas, impresas o electrónicas)
- Localización de información útil
- Descubrimientos paralelos
- Examen de la información
- Interpretación y evaluación de la misma
- Contraste de informaciones
- Integración y aprendizaje
- Combinación con conocimientos anteriores
- Establecimiento de conexiones
- Posibles inferencias y abstracciones
- Síntesis y conclusiones
- Reflexión sistémica
- Aplicación y difusión.

Estos pasos demandan una amplia lista de competencias informacionales que pueden ubicarse en dos cuadrantes: personales (afán de aprender, pensamiento crítico, intuición…) y operativas (conocimiento del campo, manejo de herramientas, estrategia de búsqueda…). Se trata de dos categorías de competencias que nos permitirán, las primeras, generar nosotros mismos información valiosa para los demás (pensamiento conceptual, integridad, empatía…) y, las segundas, contar con las herramientas necesarias para generarla, comunicarla y aplicarla (conocimiento de la organización, alegación, dominio del lenguaje…). Es necesario manejarse bien con la información que se nos ofrece, pero también es preciso que contribuyamos en la empresa al flujo del conocimiento que hemos adquirido; de modo que nuestra competencia informacional ha de ser doble (push & pull).

Algunos obstáculos
No obstante, el proceso puede verse dificultado por factores de diversa índole. Cabe destacar algunos sesgos ocasionales (urgencias, inquietudes, intereses, influencias…) y crónicos (creencias inveteradas, prejuicios, parcialidades…) que interfieren la traducción de información a conocimiento. No debemos olvidar que es posible hacer diferentes lecturas de un mismo hecho. Además, el cerebro nos engaña a menudo, en su empeño de rellenar huecos e inventar o suponer cuando carece de certezas. Considero en este punto interesante recordar el conocido triángulo de Kanizsa, para sugerir que algo parecido nos ocurre al interpretar automáticamente la información textual. Ciertamente, el cerebro tiende a imaginar e inferir —a veces atrevidamente— cuando le falta información; por eso, quizá, la primera obligación de la inteligencia es cuestionarse a sí misma.

Por otra parte, es conveniente reflexionar sobre la figura del nuevo trabajador del conocimiento, que Peter Drucker nos dejó definida. La información —nutriente de la mente— viene a ser una materia prima fundamental para este trabajador; es decir, para casi todos nosotros, trabajadores y directivos. Se trata de un perfil que favorece la aparición de estados de flujo autotélico, es decir, de concentración en la tarea, alto rendimiento y disfrute profesional. Esta actitud constituye el punto de partida para una auténtica transformación de la información en conocimiento.

Del conocimiento a la acción
Al cambiar de hiato para enfocar el paso del conocimiento a la acción, es necesario recordar que aquél —el conocimiento— nos capacita para actuar, pero que la acción exige también la intervención de elementos volitivos y competencias diversas (soft skills). No basta que nuestros perfiles profesionales sean completos —que nunca lo son del todo—, sino que hemos de perseguir, con decisión y eficazmente, metas bien seleccionadas y formuladas. Por concretar, precisamos de importantes competencias y metacompetencias emocionales para obtener el mejor provecho de nuestros conocimientos y habilidades al traducirlos en acciones.

Y al analizar, finalmente, el paso del conocimiento a la innovación, entran en juego además la experimentación y los descubrimientos paralelos, casuales (serendipidad), a que ya me había referido, como asimismo las inferencias y abstracciones… En este sentido, resulta especialmente interesante recordar el método TRIZ de solución creativa de problemas, como ejemplar modelo de gestión del conocimiento existente cuando todavía (hace unos 50 años) no se hablaba de este postulado. El nuevo conocimiento, el que amplía el campo del saber, ha de construirse sobre el ya existente: lo nuevo lo es sólo en relación con lo anterior. El trabajador del conocimiento, como “aprendedor” permanente, está siempre próximo a las fronteras de su campo profesional, y en condiciones de ampliarlo. Más allá de la mejora continua, la innovación caracteriza sin duda a la nueva economía, y no es extraño que asistamos a la súbita muerte de algunas industrias, mientras otras nacen.

Finalmente, para las organizaciones inteligentes, un concepto cada vez más barajado y valorado en la actual literatura de gestión empresarial, resulta especialmente importante la información, pero también desempeña un papel esencial la intuición genuina, a la que deberíamos ir sacando de la semiclandestinidad.

Casi nadie se atreve a poner ya en duda que, a pesar del avance de la tecnología, queden cosas por hacer para obtener mayor provecho de la información y el conocimiento que se crea y circula, y para asegurar las cotas de productividad y competitividad que perseguimos. Les invito a reflexionar al respecto.

José Enebral
Consultor
Alta Capacidad



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