Europa contra los cimientos de la estrategia competitiva de Microsoft

Microsoft sufrió una rotunda derrota legal cuando a mediados de septiembre perdió su apelación a la sentencia de 2004 de la Comisión Europea contra ella por quebrantar las leyes antimonopolio de la UE. El fallo tomó a la mayoría de los observadores por sorpresa, como también a la propia Microsoft.

El tribunal encargado del caso sólo tomó la decisión después de tres años de deliberaciones, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta la enorme trascendencia del veredicto, que va mucho más allá de los actos concretos que se juzgan. Implícita en él se encuentra la toma de postura de Europa respecto al inevitable choque que, paradójicamente, se produce a veces entre un mercado completamente libre y la competencia en igualdad de condiciones.

Es inevitable que esta contradicción aflore cuando una empresa, siguiendo las reglas del libre mercado adquiere el poder suficiente como para que éste se convierta en una ventaja competitiva por sí mismo, permitiendo al que lo goza jugar con ventaja en otro segmento, como ha ocurrido en el caso de Microsoft. Un fenómeno que constituye una forma de abuso de posición dominante.

Aunque la mayoría de los observadores confiaban en un veredicto mixto, que diera en parte la razón a la Comisión, y en parte a Microsoft, el Tribunal de Primera Instancia de la Unión Europea (UE), el segundo por importancia dentro de Europa, confirmó la condena de la Comisión en los dos puntos principales de la sentencia.

La sentencia
En primer lugar, el Tribunal ha fallado que la Comisión estaba en lo cierto cuando reguló en contra de la estrategia de Microsoft de empaquetar su aplicación de reproducción multimedia Media Player con su sistema operativo Windows. Y, en segundo lugar, que actuó ilegalmente al no compartir con sus competidores la información de interoperatividad con Windows necesaria para que éstos pudieran construir sistemas operativos servidor capaces de funcionar "sin fisuras" con clientes y servidores Windows. Cierto es que Microsoft ha facilitado diversas entregas de documentación desde 2004, pero la información ha sido juzgada como insuficiente e inadecuada por Europa.

Además de los dos puntos anteriores, la UE ha confirmado también la imposición de una multa de 497 millones de euros al fabricante por sus prácticas antimonopolio, una medida que, aunque importante, probablemente sea la de menor trascendencia para el mercado a largo plazo. A esta suma teóricamente, según el fallo de 2004,habrán de añadirse dos millones de euros diarios desde la fecha límite fijada para que Microsoft facilitara la información de interoperatividad a sus competidores.

El Tribunal sólo ha contravenido a la Comisión en un punto: los poderes que otorgó a un experto independiente para supervisar el efectivo cumplimiento por Microsoft de la regulación antimonopolio de 2004 y el reparto de los gastos generados por todo el proceso. En este sentido, aquella dictaminó que sería Microsoft la que debería pagar todos los gastos del supervisor, así como el 80% de los de la Comisión y sus aliados en el caso, incluidos los de ECIS (Comité Europeo para Sistemas Interoperativos).

El abogado principal de Microsoft, Brad Smith, ha calificado la decisión del Tribunal de "decepcionante" para la compañía. Todavía tiene derecho a presentar una apelación más, en este caso ante el Tribunal de Justicia de la UE, pero el fabricante aún no ha decidido, según Smith, si lo hará. En cualquier caso, sólo podrían discutirse puntos legales, no los hechos establecidos en la sentencia.

Más allá de los actos juzgados
Ha pasado poco tiempo desde el fallo, pero algunas consecuencias de esta sentencia están ya completamente claras. Por una parte, es absolutamente incuestionable que viene a reforzar la autoridad de la Comisión -especialmente en lo que se refiere a abusos de posiciones dominantes- en el mercado de las tecnologías de la información, caracterizado por su vertiginoso ritmo de cambio. Obviamente, si el Tribunal hubiera fallado en su contra, tal autoridad habría quedado por los suelos.

Según muchos, asesta además un contundente golpe a la estrategia global de Microsoft de empaquetar aplicaciones software con su sistema operativo Windows, sentando un importante precedente legal para cualquier litigio antimonopolio contra la compañía que pueda producirse en el futuro.

Tanto Neelie Kroes, comisaría europea de Competencia, como Philip Lowe, director general del departamento de Competencia de la Comisión, han subrayado que lo esencial es que la sentencia sienta un importante precedente sobre el empaquetamiento de productos que no se limita al mercado de reproductores multimedia, asegurando que "todos los agentes podrán beneficiarse de esta regulación de ahora en adelante". Incluso el propio Brad Smith ha reconocido que la regulación tiene importantes implicaciones para la estrategia seguida hasta ahora por Microsoft basada en empaquetar diversas aplicaciones junto con el sistema operativo Windows.

Además, el fallo refuerza indirectamente la posición de otros demandantes de Microsoft, como Google, cuyas reclamaciones se refieren a la inclusión de la funcionalidad de búsqueda en Vista.

David Mitchell, vicepresidente senior de investigación TI de la consultora Ovum, en la misma línea, ha advertido que cualquier empresa que extienda su oferta más allá de su negocio principal –ya se trate de chips, sistemas operativos, aplicaciones o servicios- debería preocuparse por la posibilidad de convertirse en blanco de la justicia al crear un producto como componente tecnológico de otro que domine un segmento de mercado.

Voces a favor, pero también en contra
En cuanto a las opiniones al respecto, la sentencia ha conseguido soliviantar al sector y a los reguladores, generando reacciones enfrentadas. Son muchos los suministradores de software que han apoyando el veredicto, expresando su esperanza en que la decisión del Tribunal de Primera Instancia europeo anime a la Comisión a ana

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