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Los smartphones suponen un riesgo más para las empresas

La invasión de las empresas por los smartphones orientados al consumo, y ahora los tablets, viene de largo. Pero es ahora cuando se están empezando a ver las consecuencias, tan imprevistas como indeseadas, de la adopción de tales dispositivos; consecuencias a las que tanto los usuarios y las empresas como los proveedores de plataformas móviles deberían prestar atención. Por ejemplo, la Armada de Estados Unidos advierte a sus soldados de la necesidad de desactivar las capacidades, a veces automáticas, de detección de localización en sus smartphones y cámaras digitales a fin de evitar que inadvertidamente revelen su ubicación a espías o fuerzas enemigas.


Las cámaras y micrófonos incorporados en los smartphones también tienen consecuencias peligrosas, como la revelación imprudente de secretos corporativos, cuando, por ejemplo, en una foto de la fiesta de Navidad de la empresa aparece por descuido la pizarra donde se detalla la agenda del lanzamiento de un nuevo producto.

La reacción más sencilla sería prohibir tales dispositivos para eliminar los riesgos asociados, pero eso sería también renunciar a sus ventajas. Es más, erradicar el uso de dispositivos personales en el trabajo es muy difícil de conseguir. Ni siquiera con el uso de escáneres en los aeropuertos se consigue una garantía del cien por cien de seguridad en los aviones. Las empresas que crean que pueden mantener sus entornos libres de smartphones, discos USB, tarjetas Eye-Fi, cámaras o grabadoras de audio, simplemente desconocen la naturaleza humana.

La medida tomada por la Armada de Estados Unidos es un buen ejemplo de cómo solucionar el problema. La Armada comprendió que permitir a los soldados comunicarse con sus seres queridos es bueno para mantener la moral de la tropa. Es más, el uso de smartphones les permite gestionar sus finanzas mucho mejor gracias a la amplia disponibilidad de aplicaciones móviles de banking, y sin problemas de ese tipo las tropas se concentran más en el servicio.

La mayoría de los dispositivos problemáticos están diseñados originalmente para el mercado de consumo, donde cada vez se demanda un uso más libre. Es frecuente que las cámaras digitales  estampen datos de geolocalización para ayudar a recordar dónde se tomaron las fotos. Cada vez más aplicaciones de redes sociales, como Foursquare y Facebook, hacen un seguimiento y publican la ubicación actual del usuario, de modo que sus amigos online sepan dónde se encuentra. En el mundo de los negocios tales seguimientos se han utilizado para gestionar y monitorizar flotas, por ejemplo, a fin de evitar que se sigan rutas no oficiales que pudieran incurrir en mayores gastos y tiempos de transporte. 


Herramientas de gestión


¿Cómo hacer frente entonces al problema? Educar a los usuarios es el primer paso. También es importante utilizar herramientas de gestión de móviles,  ya que pueden desactivar cámaras y otras características de los dispositivos de consumo. El problema es que no siempre se consigue que tales dispositivos sean realmente bien gestionados, pues hoy las herramientas no son lo suficientemente sofisticadas para permitir, por ejemplo, desactivar la cámara en las instalaciones de los empleados pero permitir su uso en otros lugares, para evitar sólo las fotos problemáticas.

Los fabricantes de dispositivos móvilesdeberían asumir un mayor protagonismo a la hora de eliminar estos problemas. Aunque los dispositivos han sido pensados para el segmento de consumo, los límites entre lo personal y lo profesional están desapareciendo y los fabricantes deberían diseñar sus productos teniendo en cuenta esa fusión. No tiene sentido seguir diseñando productos como simple electrónica de consumo. No hay nada más que ver el uso del iPhone y el iPad en la empresa una vez que Apple habilitó capacidades de gestión de nivel de empresa.

Apple, Google y el resto de fabricantes deberían ayudar a los usuarios y empresas simplificando las cosas. Es importante que iOS y Android permitan a los usuarios gestionar permisos de información de localización, pero deberían trabajar más para evitar que las aplicaciones individuales accedan subrepticiamente a dicha información o a información personal presente en el dispositivo. Los fabricantes, por ejemplo, han de comprender que en muchos entornos –como los de sanidad o defensa- tener conectividad 3G es problemático, y en consecuencia deberían ofrecer modelos no 3G, tal como Apple hace con el iPad. Y lo mismo con cámaras, micrófonos y GPS.

Tener demasiadas variaciones de hardware no es práctico, pero sí que los fabricantes de sistemas operativos móviles permitieran activar o desactivar funcionalidades en un dispositivo. De ese modo, los productos comprados por la empresa podrían venir preconfigurados con determinadas funcionalidades desactivadas (y que no puedan volver a activarse por los usuarios) y los dispositivos comprados por los propios usuarios podrían ser gestionados con las políticas de las herramientas de gestión de móviles si y cuando estas capacidades fueran habilitadas. Los dispositivos modernos se utilizan en una amplia variedad de situaciones personales y de negocio, y, por tanto, ya es hora de que estén diseñados de origen con esta heterogeneidad en mente.

 



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