SOI, unos sólidos cimientos para SOA

Para la mayoría, la flexibilidad es el sello distintivo y el principal atractivo de una arquitectura orientada a servicios (SOA). En ella, los componentes de aplicaciones se vuelven fácilmente reutilizables y pueden compartirse a través de toda la empresa, así como ensamblarse de forma más flexible. Sin embargo, esa misma flexibilidad se traduce en impredecibilidad dentro del centro de datos, una característica incompatible con las tecnologías de gestión de infraestructura tradicionales.

En una arquitectura SOA se hace mucho más difícil disponer de un mapa claro de las dependencias entre aplicaciones, y, por tanto, predecir la carga que pueden llegar a tener los recursos sobre los que corren como consecuencia de la demanda de los usuarios finales. ¿Qué ocurriría si la carga de un servicio Web particular del entorno SOA se disparase de pronto porque, dos, cinco, diez o cualquier número de aplicaciones muy utilizadas empezaran de repente a invocarlo? “En tal caso, más valdrá tener la posibilidad de soportar ese servicio y haber planificado su escalamiento desde la perspectiva de la infraestructura: hardware, software, red, ancho de banda y almacenamiento”, asegura Donna Scott, analista de Gartner.

Satisfacer tal demanda exige la capacidad de asignar recursos informáticos dinámicamente, según vayan necesitándose, lo que resulta una carga excesiva si pretende realizarse manualmente. Lo cierto es que reasignar dinámicamente recursos según vaya aumentando la carga de trabajo de las aplicaciones es algo más sencillo de decir que de hacer. Y Scott advierte que, desde luego, “no se puede pretender que ocurra por sí misma”. Nada se producirá automáticamente en el back-end simplemente porque un servicio SOA invoque un servidor SOA si antes no se han tomado las medidas necesarias para que así sea. “Debe haberse planificado y creado previamente una infraestructura capaz de ajustarse dinámicamente a las mayores o menores demandas que puedan producirse en cada momento”.

En este contexto, se hace crítico disponer de herramientas que monitoricen las condiciones y realicen de manera automática –o con una mínima intervención humana- los ajustes. Entre las tecnologías más básicas para conseguirlo se encuentran las de gestión de configuraciones y aprovisionamiento servidor, como también las de automatización RBA (Run Book Automation) y las de virtualización de servidores, que permite correr sobre un mismo ordenador múltiples sistemas operativos.

Gestión en tiempo real
Todas estas tecnologías comparten algo en común: constituyen elementos integrantes de lo que algunos han dado en denominar empresa en tiempo real (RTE), un contexto en el que el entorno en ejecución (run-time) se va optimizando dinámicamente para escalar y adaptarse con el fin de satisfacer las fluctuaciones en la demanda de recursos, según explica Scott.

El concepto RTE engloba múltiples nuevas propuestas: SOA, virtualización, automatización, aprovisionamiento bajo demanda, etc. Y, a nivel de recursos de infraestructura, implica ineludiblemente las infraestructuras orientadas a servicios (SOI-Services Oriented Infrastructure), “base para una mayor automatización TI”, según Open Group, consorcio de estándares abiertos que trabaja en la definición de un sistema de referencia y un modelo de madurez SOI. Y es que una auténtica gestión de recursos en tiempo real es imposible sin introducir avanzados niveles de automatización. SOI evita a las empresas la necesidad de dedicar recursos de infraestructura fijos para cada aplicación, brindándoles la posibilidad de asignarlos dinámicamente utilizando procesamiento, almacenamiento y capacidad de red virtuales.

“SOA y SOI pueden existir la una sin la otra, pero es cuando se unen cuando se consiguen los máximos beneficios”, explica Hemesh Yadav, arquitecto principal del equipo de arquitectura de tecnología de Wachovia y copresidente del proyecto SOA-SOI de Open Group, una iniciativa lanzada el pasado julio.

Nueva generación de herramientas de gestión
Sin duda, el concepto RTE/SOI resulta atractivo para la mayoría de las empresas. Sin embargo, plasmarlo en una realidad exige sutileza. Para empezar, cuantificar los requerimientos de infraestructura de los servicios de aplicación no resulta una tarea fácil, como señala Rich Colton, director de integración de aplicaciones en la firma de ingeniería y construcción estadounidense Washington Group International. “Cuando se pone en marcha un proceso en una SOA, quizá se estén utilizando múltiples recursos, lo que significa múltiples servidores, múltiples bases de datos e incluso múltiples aplicaciones sobre servidores diferentes. El problema es cómo saber cuánta capacidad están tomando esos procesos individuales para poder determinar métricas a medida que la carga aumente”.

Las tecnologías tradicionales no sirven a este propósito. Mientras que las herramientas tradicionales dan al administrador una idea de la carga analizando el uso de la memoria y la CPU del procesador, SOA requiere otro tipo de herramientas, capaces de analizar en mayor profundidad aportando luz hasta el nivel de componentes de servicio. “Las empresas deben asegurarse de contar con instrumentos que les ayuden a determinar dónde se están utilizando sus recursos”, explica. “Hasta que se puedan aislar los lugares donde se está soportando cada actividad, el entorno será incierto y estará plagado de riesgos. Ni siquiera se podrá decidir dónde se debería concentrar primero la atención”. El problema es que las herramientas necesarias para monitorizar los elementos de un proceso SOA y los recursos que requiere cada uno de ellos no han empezado a madurar hasta ahora, según Colton.

Scott, de Gartner, está de acuerdo. Muchas empresas desean avanzar hacia una mayor autom

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