Tribulaciones de CIO

Pasan los meses y, escudriñando en el heterogéneo colectivo de los CIO, un sentimiento de preocupación emerge destacadamente sobre el resto de sus inquietudes: la situación económica todavía continúa empeorando.

Algo fácil de comprender contemplando –simplemente contemplando– las vicisitudes económicas que padecemos, sin que se vislumbre un próximo cambio de tendencia porque el Gobierno, quien debería marcar pautas eficientes con rigor y posibilismo, y por lo tanto ilusionantes, no sabe –porque si lo supiera ya las habría puesto en marcha– enfrentarse al problema. En esta tesitura, los CIO no encuentran la fórmula idónea para jugar las pocas cartas que les quedan –lo que dice el presidente en cada momento incluso les desorienta más– para cubrir dignamente los compromisos que ya tienen asumidos. Y, en el mar de tribulaciones por el que navega, el CIO trata por todos los medios que el binomio responsabilidad-presupuestos no se resienta peligrosamente.

Las circunstancias imponen acuerdos
Es incuestionable que el CIO tiene que procurar salvar sus muebles lo mejor posible porque sabe que está en juego no sólo su credibilidad como profesional, sino que, paralelamente, podría cuestionarse su continuidad en el puesto. Con esta espada de Damocles sobre la cabeza del CIO compruebo que, cada cual, se busca la vidilla lo mejor que puede, según su batería de razonamientos, criterios, y nivel de escrúpulos. En este contexto, imbuidos los CIO de la necesidad de tener que superar el escollo de la escasez de recursos económicos mirando hacia el exterior de la compañía –ya que, en el interior, sus superiores le han castigado con sucesivas negaciones– sus víctimas propiciatorias están siendo los proveedores de nuestro sector. Y, en esta línea, vuelvo a reiterar que deberían desaparecer las prácticas abusivas que algunos CIO emplean contra pequeñas y medianas empresas, mayoritariamente, para lograr rebajas de precios o formas de pago increíbles. En el mejor de los escenarios, el CIO le da la oportunidad al proveedor de intentar llegar a puntos de encuentro donde éste, haciendo un alarde de comprensión –y estimulado por la necesidad imperiosa de facturar– proponga ofertas que, aun siéndole lesivas, encuentren posibilidades de salvar las duras circunstancias económicas del cliente con compromiso –aunque sea verbal– por parte de éste, de retomar la normalidad en el juego oferta-demanda en cuanto se pierda el rastro de la crisis. Conozco casos donde la comprensión, por ambas partes, se está imponiendo. El cliente, gran cuenta, expone sobre la mesa de negociación el efecto multiplicador que se produciría al aplicar una ligera mejora en su gran parque instalado –cuyo montante económico no podría afrontar– y el proveedor, entre quedarse sin firmar un contrato cuantitativamente importante –con el valor adicional de poder ser utilizado como magnífica referencia– y hacer concesiones de buenos precios, para acuerdo de varios años, está eligiendo esta opción. Es otra forma de interpretar, y materializar, las situaciones difíciles de cliente y CIO.

Función del CIO en Defensa
Siendo la función del CIO incuestionable en la gran mayoría de los casos, habrá que observar, por su gran importancia y trascendencia, cómo queda reflejada la misión CIO en el Ministerio de Defensa si –algo que en estos momentos se está dilucidando– cesando al Inspector General CIS (IGECIS), la Inspección pasa a depender de la Subdirección General de Servicios Técnicos y Telecomunicaciones (SGSTT). Porque, estando las dos en el organigrama de la Dirección General de Infraestructura, si cesaran al IGECIS, y pasara su plantilla a integrarse en la SGSTT, ¿qué pasará con las funciones que tiene encomendadas? El tema es delicado ya que la Inspección General CIS viene ejerciendo de CIO del Ministerio –organizando y definiendo las políticas y estrategias corporativas en el ámbito de la administración electrónica, las tecnologías de la información, las telecomunicaciones y seguridad de la información, así como la planificación y coordinación de las actuaciones en estas materias–. Si se integrasen ahora sus componentes en la SGSTT, al mando del que viene siendo su subdirector, ¿continuarán teniendo los mismos cometidos? Porque, observando que la directora general de Infraestructura no tiene conocimientos TIC suficientes, la responsabilidad sobre estos asuntos recaería, exclusivamente, en el subdirector de la SGSTT. Y en ello radica la gran duda. ¿Dejaría al grupo completo, procedente de la Inspección General CIS, que continuase desempeñando las funciones CIO en el Ministerio o esta responsabilidad sería compartida? ¿Por quiénes? Complicado dilema que exige, para resolverlo bien, que el subdirector de la SGSTT esté dispuesto a impedir que otros pretendan inmiscuirse en las funciones CIO tomando, para ello, decisiones tajantes si fuera preciso, para marcar inequívocamente territorios de responsabilidad. Más tribulaciones CIO.


Eugenio Ballesteros es analista independiente.

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