La pandemia como experimento para impulsar la digitalización de la educación

La pandemia de la COVID-19 ha supuesto un campo de pruebas en todas las industrias que, a golpe de tecnología, han moldeado el presente, lo que ahora conocemos como ‘nueva normalidad’, y han puesto las bases de un futuro digital. La crisis ha dado un giro de 180 grados tanto en el ecosistema laboral como en el educativo, uno de los más críticos si tenemos en cuenta la diferenciación entre los centros públicos y privados y el volumen de personas que forman parte de él; España cuenta con más de nueve millones de alumnos y cerca de 750.000 docentes, sin contar con los universitarios, según fuentes del Ministerio de Educación. Una mezcla muy heterogénea que ha tenido que reinventarse, sobre todo en los meses de confinamiento, para poder dar continuidad a las clases mediante un formato absolutamente online.

Lo ha hecho enfrentando varios retos paradigmáticos. El primero, llegar a los hogares de todos estos millones de ciudadanos. A pesar de que España es una de las geografías con mayor ancho de banda de toda Europa —llevando la conectividad al 80% de las casas—, no ha podido evitar que hasta un 7% de los estudiantes haya sufrido esa brecha digital de acceso o dispositivos que ha impedido que prosigan con su formación diaria, tal y como cifran los estudios del INE (Instituto Nacional de Estadística).

En el mundo, con datos aportados por Unicef, hasta dos de cada tres niños en edad escolar no tiene conexión a Internet. En cualquier caso, y más allá de tener que cumplir con deberes tan elementales como el de la accesibilidad, asegura Alberto Bellé, analista principal de IDG Research, “este experimento ha puesto en marcha una revolución en la docencia, desde la actividad lectiva hasta la evaluación, involucrando a toda la educación en su conjunto”. 

Para el experto es difícil evaluar cómo ha transcurrido este último año debido, precisamente, a esta diversidad de centros y alumnos y teniendo en cuenta que la crisis ha pillado desprevenidos a todos los sectores. “Lo que está claro es que los responsables de TI han realizado un enorme esfuerzo para que la actividad no se paralice. Han sacado un sobresaliente”. El sistema, sostiene, camina hacia la hibridación “porque lo hace más resiliente a estas situaciones y abre oportunidades de colaboración entre alumnos y profesores eliminando barreras geográficas. Aunque se necesita una fuerte inversión en equipamiento”.

La web Edutech estima que solo el 10% de las partidas públicas presupuestarias destinadas a educación va a parar al segmento TIC. Por ello, y desde hace años, los profesionales piden que, para dotarse de nuevas tecnologías con acomodo a los tiempos que corren, esta inversión se equipare al 4% del PIB (Producto Interior Bruto).

Asimismo, y teniendo en cuenta la idiosincrasia del sector y su básico componente humano, es necesario tener cautela en los procesos de transformación digital. “La clave es que digitalizar la educación no depende solo de la tecnología”, esgrime Bellé. “Se necesita un esfuerzo de reflexión y estrategia por parte de los líderes. En edades tempranas se necesita contacto físico, que es parte de la construcción de la personalidad, habilidades sociales y el desarrollo de capacidades físicas y deportivas. Por otro lado, se necesitan muchas habilidades adicionales para que la educación digital sea efectiva y se implique al propio alumno de manera activa. Todavía queda mucho por recorrer, pero comienzan a surgir mejores prácticas de los centros más avanzados”.

Acceda aquí al artículo completo, publicado en el Especial Educación 2021 de ComputerWorld