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Las posibilidades de la inteligencia artificial en el tratamiento de enfermedades mentales

El uso de herramientas basadas en IA pueden ayudar a mejorar el diagnóstico y facilitar el tratamiento en esta rama de la sanidad.

ia salud

Las enfermedades mentales están mucho más presente de lo que se podría pensar por la escasa relevancia que se les da en los medios de comunicación. Un cuarto de la población adulta en Europa ha experimentado algún tipo de desorden mental en el último año, como ansiedad, depresión, problemas derivados del uso de substancias, psicosis o desórdenes alimenticios. Son datos de la Organización Mundial de la Salud, que también maneja otro que puede explicar el por qué se habla tan poco de esta situación, pese al alcance que tiene: en Europa, tres de cada cuatro personas que sufren depresión no reciben tratamiento adecuado para su problema

En este panorama, la aplicación de las nuevas tecnologías al servicio de la identificación y tratamiento de las enfermedades mentales se está erigiendo como un elemento de valor, con todas las precauciones que su uso en temas de salud sensibles debe aparejar. En concreto, el empleo de inteligencia artificial está generando un debate fructífero, respecto al alcance que puede tener en el diagnóstico y la ayuda al paciente. Desde el Foro Económico Mundial se señalan tres aspectos básicos en los que el empleo de IA puede ayudar a pacientes de enfermedades mentales: un diagnóstico temprano, la expansión del tratamiento y el derribo de estigmas

Sin duda, si se habla tan poco de las enfermedades mentales, pese a su elevada prevalencia, es porque todavía hay un importante estigma social alrededor de estas condiciones. Esto lleva a que para muchas personas sea difícil hablar de sus problemas con otros, aunque se trate de profesionales médicos. Ante este tipo de dificultades, el empleo de soluciones de inteligencia artificial que actúen como oyentes neutrales, no reales y que no van a juzgar al paciente, puede abrir una ventana al tratamiento de parte de la población que no recibe adecuada atención. Aquí se encuadran herramientas como el chatbot Woebot, que a modo de aplicación de mensajería, establece una comunicación con el paciente. La asociación de inteligencia artificial como algo impersonal resulta, en este caso, beneficiosa, ayudando a abrirse al afectado. Estas herramientas se van perfeccionando, con iniciativas como Ellie, una especialista virtual en terapia que también analiza elementos no verbales, como gestos faciales o pausas en el discurso. 

El uso de IA podría ayudar a la detección temprana de casos de riesgo, gracias al estudio de conductas y síntomas relevantes: así lo han planteado desde Cogito, compañía desarrolladora de la app Companion, que monitoriza teléfonos de veteranos de combate de Estados Unidos para detectar patrones indicadores de posibles problemas. Un proyecto similar al de IBM 5 in 5, que trabaja con tecnología cognitiva para analizar discurso hablado y escrito y, combinado con datos de wearables y sistemas de imagen, buscar pautas que indiquen una condición subyacente. 

Parte del problema a la hora de diagnosticar una enfermedad mental es la escasa disponibilidad de profesionales capacitados. Según los datos de 2014 de la OMS, en España tenemos 8 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, pero para más del 45% de la población, esta tasa baja a menos de un psiquiatra por 100.000 personas. El desarrollo de herramientas que puedan agilizar el diagnóstico, personalizar la pauta de tratamiento y mejorar el seguimiento de los paciente es un avance para mejorar la prestación en territorios donde la cobertura es ineficaz. La aplicación Ginger.io se basa en el empleo de datos clínicos y en el uso de IA, coordinados por un equipo humano de especialistas en terapia y psiquiatras, para acercar soporte virtual en cualquier momento a los pacientes y facilitar a los expertos su seguimiento y su tratamiento. Aún se apunta otro beneficio en la aplicación de estas tecnologías: su coste. En países con una cobertura sanitaria no regulada por el gobierno, este es un factor altamente relevante. E incluso en aquellos en que lo está.

Aunque la IA puede aportar beneficios en el tratamiento de enfermedades mentales, tampoco hay que olvidar que muchas de estas tecnologías están en desarrollo y presentan problemas, como recuerdan los especialistas Parie Garg y Sam Glick, de la consultora Oliver Wyman, en un artículo del Harvard Business Review. Uno de estos problemas es el sesgo en el perfil del paciente, que puede llevar a identificar erróneamente una condición en una persona debido a los datos referentes a otro grupo de edad, raza o género, por ejemplo. Es clave también la ciberseguridad. Hay que reforzar los mecanismos de protección de la tecnología, al ser especialmente sensibles los temas de privacidad, para que no se vean expuestos los datos personales del usuario. Si se enfrentan adecuadamente estos problemas, y los que vayan surgiendo por el camino, el papel de la inteligencia artificial para ayudar a personas con enfermedades mentales será, cuando menos, significativo



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